jueves, 8 de mayo de 2008

Ginóbili, de Bahía al mundo


Ginóbili nos representa a nivel internacional en la mejor liga de basquet del mundo: la gran NBA. Este no es un personaje que sea la figura semanal porque Manu es la figura siempre, día a día, partido a partido, donde siempre hace jugadas inesperadas y les saca una sonrisa a sus compañeros y su público, no sin antes hacerlos desesperar con sus jugadas tan fantásticas y llenas de malabarismo que le dan a los partidos donde él aporta su magia un matiz que hace parecer estar en un show. El show del mago Emanuel.










Emanuel Ginóbili es el mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos. No le hicieron falta los 2.26 metros del gigante González, ya que con su 1.99 metro le sobra para ser un gigante en la cancha. No le hizo falta, como Brubo Lábaque, casarse con una vedette del nivel de Pamela David, porque está casado con su novia de toda la vida, Mariana, de su Bahía Blanca natal.


Desde que se retiró Maradona se busca su sucesor, y en el básquet seguramente pasará lo mismo cuando se retire Ginóbili, pero no será nada fácil igualar los grandes títulos que obtuvo hasta el momento: ser el único jugador en consagrarse campeón de la NBA (lo hizo tres veces hasta ahora con San Antonio Spurs), ganar la Euroliga (una vez en 2001 con Kinder Bolonia) y ser campeón olímpico (en Atenas 2004).


Nada de este presente se imaginaba el pequeño Manu cuando veía jugar a sus hermanos mayores Leandro y Sebastián en Bahiense del Norte, club que queda a pocas cuadras de su casa en Bahía y en el que su padre jugó, dirigió y hasta fue presidente.


Su gran preocupación desde chico siempre fue la altura, temía no superar a sus hermanos (ninguno supera los 1.90) por lo que se medía todos los días en una pared en la cocina. “Lo que nunca nos imaginamos es que a los 17 años iba a pegar un estirón terrible” cuenta su papá cada vez que se le pregunta sobre esta anécdota. Hoy a los 30 años no tiene que preocuparse por eso.

Otro personaje muy importante en la vida de Ginóbili es Gregg Popovich, su entrenador en los San Antonio Spurs, equipo donde ganó todos los anillos de la NBA, que lo califica de la siguiente manera: “Gino (como lo apodó Tim Duncan, la figura del equipo) es el jugador más competitivo que dirigí en mis 25 años de carrera, donde ví de todo. Se mata por ganar hasta en los mini torneos que armamos en los entrenamientos”.

A Manu se lo puede ver modelando para diferentes marcas, ya sea de indumentaria deportiva, ropa de alta costura o en cualquier otra cosa, pero a nada de esto hubiera llegado de no ser por el básquet porque no es precisamente lo que se llama un Adonis, es medio pelado, narigón (apodo que odia) y no muy bello, pero nadie le mira la cara en las canchas de básquet, no porque no quieran, sino porque no pueden.


Con su estilo tan particular que lo llevó a que lo apodaran “el hombre araña” por sus acrobacias en el aire y sus extraños pero efectivos movimientos se ganó un lugar en el corazón de los hinchas de todos los clubes donde jugó, ya sea en Andino de La Rioja, donde debutó en la Liga Nacional, en Kinder Bolonia, donde saltó a la fama y fue el goleador de un equipo que ganó casi todo lo que jugó o en los Spurs, donde cada vez toma más protagonista junto con Duncan, el mejor jugador de la historia de la franquicia y Tony Parker, el base francés que también es símbolo en este equipo. De estos tres jugadores dependen los fanáticos texanos, pero ninguno de estos los va a defraudar jamás. En cinco años les regalaron tres títulos y van por más, especialemente Manu, que siempre quiere más, sea con la Selección, como en el Mundial del 2002 donde quedaron subcampeones detrás de Yugoslavia en lo que la jugada final podría incluirse en cualquier pasaje de la película “La gran estafa” por la peculiar manera que tuvo el árbitro de no ver la falta cometida a Hugo Sconochini en el último segundo del partido y que le imposibilitó a la Argentina tener la tan merecida última oportunidad.

Sin dudas Emanuel Ginóbili volverá a llevar al básquet argentino a lo más alto, ya sea defendiendo la medalla dorada en los próximos Juegos Olímpicos o buscando desquitarse de la final perdida en el 2002 en Indianápolis, pero no cabe dudas que si Argentina vuelve a ser campeón será de la mano del grandote con cara de bueno, ese que siempre vuelve a su tierra y sueña con volver a jugar con sus hermanos, como lo hizo en algún amistoso en Bahiense del Norte.

Entrada publicada por Diego Arce

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